We just can’t pretend that lovers make amends

S y yo tuvimos uno de los amores más bonitos que he conocido. Fue un amor que inició por MySpace (true story) estando yo en Mérida y él más en el centro el país. Y que terminó por mover mi vida literal y metáforicamente. A algunos meses de haberlo conocido, él y yo tomamos nuestras respectivas maletas y raíces y nos mudamos a la ciudad de México para comenzar nuestra historia. Una historia que duró cosa de diez años, desde que nos conocímos hasta que todo terminó. Y que estuvo llena de viajes,  amor, lágrimas, amistad, distancia y desesperos pero más que nada muchas, muchas risas. No hubo un solo día que no nos dijeramos te amo y jamás nos fuimos a dormir enojados en casi una década. Armamos una familia, con una perra que era la reencarnación de algún espíritu anciano de los balcanes y  luego otra más, la mejor perra orejona del mundo, que lo ama como no he visto que ningún ser ame a otro ser. Y de pronto un día, mientras S regresaba de estar fuera y yo me arreglaba para ir a comer juntos como todos los sábados, llegó a casa, sin maleta (en eso reparé luego, al repasar una y otra vez ese día)  y me dijo que su vida iba a seguir sin mí en la ecuación. Me dijo que necesitaba seguir su camino solo. Me dijo que ya no me quería. Me rompió el corazón y luego se fue para siempre a otra ciudad, sin llevarse una sola cosa consigo más que todo el amor de esa casa. Ese fue el final de mi historia con él y de casi una tercera parte de mi vida.

Yo morí ese sábado. Y renací algunos meses después o estoy apenas haciéndolo. Respiro un poco más cada que algo se mueve y me alejo más también. Sus cosas  (que fuí metiendo en cajas y con las que también fuí guardando nuestra relación) estuvieron aquí hasta hace unas semanas, y ahora  lo único que queda de todo es Yuma, nuestra basset hound de nueve años, que vive conmigo pero se irá pronto con S, a una casa y  con más perros en una realidad que yo ya no conozco. A veces tampoco me conozco a mí, luego de él. Pero me gusta lo que se ha asomado los últimos meses y sé que no existirían estos retoños tan bonitos de mí, sin esa ruptura que casi se lleva mi sanidad mental y emocional.

A un año de todo, esta playlist es otra manera de contarme nuestra historia. Capturarla de alguna forma, en algún lugar para entonces dejarla ir. Para reconocer que es también parte de lo que soy y  agradecer por eso y así honrarla. He elegido hacerlo con lo que más amo en la vida: la música, para alguien que fue también lo que más amé.

Sin orden cronológico o de importancia. Aquí están  14 ventanas a la historia más bonita y triste que he vidido hasta ahora. Gracias y hasta luego.

  1. The Luckiest. Ben Folds Five.

    Me obsesioné  luego de escucharla en el soundtrack de una película en la que S y yo lloramos como tontos (“About time”).  Una noche, cuando el trabajaba en Pachuca y venía solo los fines de semana (y eran los mejores fines de semana) mientras nos arreglábamos para salir sonaba esta canción. En el  topeteo de entrar y salir del baño para alistarnos, S  me abrazó muy fuerte y luego me besó y entonces me dijo con la sonrisa más bella del mundo “Carola,  I AM the luckiest”. Sentí  que nada nos faltaba en ese momento, sin saber que unos meses después todo iba a terminar. Aún así, guardo ese momento como uno de los más bellos y llenos de amor de nuestra historia.

  2. (y 2b) Wake Up. Arcade Fire/ Elephant Gun. Beirut.

    La mayoría de los conciertos de mi vida fueron acompañada de S. Saltar de felicidad al escuchar los primeros acordes de una a canción que estuvimos esperando todo el concierto, cantar a gritos  y llorar de emoción con la música a tope es de las cosas más bellas que he experimentado en esta vida. Gracias tres veces por eso. Estas  bandas hicieron eso por nosotros un par de veces y en vivo es de las que siempre recordaré cantando a su lado y siendo feliz mientras todo alrededor desaparecía.

  3. Just in time. Nina Simone. 

    Fue la primera canción que llegó a mi cabeza cuando me di cuenta que estaba enamorada de S. O porque llegó esta canción a mí es que me di cuenta que estaba enamorada de S. La música para mí ha sido como una guía siempre. Just in time, sonaba en mí cuando lo veía dormir o jugar con las perras. Cuando me abrazaba fuerte. Creo que nunca se lo dije en voz alta. Pero sí, S llegó justo a tiempo. Y luego se fue… Y bueno ahí está. Esta es mi canción secreta para él (todos guardamos una canción secreta, como guardamos también sonrisas). Ya no lo es más. Así como nosotros ya no somos más tampoco.

  4. Standing outside a broken phone booth with money in my hands. Primitive Radio Gods. 

    Cuando aún no éramos nada y platicábamos todas las noches de música, cine y libros, una noche le comenté que había una canción que me encantaba y que solo podía escuchar por Mtv porque en la radio de mi ciudad no la ponían y que la extrañé por mucho tiempo luego hasta topármela de nuevo en youtube. Él me dijo que también tenía una rolita así y resultó ser la misma. Todo lo que creía de la sincronicidad y el  meant-for-each-other-you-two-little-weirdos se cristalizó en una canción. Esta. LA canción.

  5. Ready for the floor. Hot Chip 

    El 2008 fue el año en que llegamos a vivir juntos a la ciudad de México. Llegamos con un par de maletas y un colchón. Los primeros días el casero nos presto dos sillas de plástico y una mesa. Nuestras persianas estaban hechas de periódico y no teníamos luz, solo un foco que nos pasaron de la azotea. Apenas aprendíamos a vivir como adultos y nos costó varias noches de dormir sin comer y de pasarnos encerrados fines de semana en casa. Sin embargo, fue una de las etapas más bonitas y felices de mi vida. Y esta canción siempre sonó durante esos días, sin parar.

  6. El Niagara en bicicleta. Juan Luis Guerra.

    Recuerdo el día que lo vi bailar esta canción. En el departamento semi-vacío. Recuerdo cómo pude sentir mi corazón haciéndose más grande por él, ahí mismo. Esa madrugada.

  7. Lullaby. Shawn Mullis.

    Esta canción es S. Cada vez que la toquen, donde sea que la pongan, va a ser S. Había algo en esa melodía que hacía que él sonriera y se pusiera de buenas  apenas escucharla. Y si algo era lindo en esta vida, era S y su buen humor. Era S y sus carcajadas y su sonrisa.

  8. Amor Violento.  Los Tres.

    Decidimos en algún punto de estar juntos  que esta canción era nuestra. En las noches de trabajo por la madrugada (el horario en el que S amaba trabajar), acompañándolo en la sala de nuestra casa leyendo o dibujando, apareció esta canción innumerables veces y sé que en todas y cada una de ellas, yo me paré para abrazarlo y darle un beso aunque luego siguiera trabajando sin parar en su computadora.

  9.  Race for the prize. Flaming Lips.

    Después del S lleno de carcajadas,  estaba el S melancólico.  Igual de bello que el otro, pero más extraño aún. Era un ente raro que no salía siempre,  y cuando se asomaba, era una sensación parecida a cuando estás en el bosque y aparece un venado de la nada, entonces no te mueves para que no se asuste y  puedas observarlo el mayor tiempo posible. Esta canción era un llamado a ese ser que habitaba en S y la quiero mucho por eso.

  10. First day of my life. Bright Eyes.

    Esta canción era nuestra canción. Sí. Teníamos una canción. Que le dediqué cuando aún no éramos algo en concreto. Pero yo ya lo quería. S acababa de salir del hospital y el miedo a un mundo sin él era nuevo. Recuerdo haber visto el video (de las cosas más bonitas que hay) y haber pensado en él todo el tiempo. Y luego tuve dos segundos de valentía y se lo dediqué. El video. Porque era igual de importante que la canción. Porque desee todo el tiempo que fuéramos nosotros ya juntos, sin distancia y para siempre los que nos sentaramos en ese sofá. Cada aniversario nos lo dedicábamos, no falló uno solo. Él a mí o yo a él, según quién ganara primero. Fuimos mucho tiempo ese video. Y por eso sonrío. Imagino que estar en la presencia de ese tipo de amor, al menos un momento, es haber sido afortunada. Aunque luego, cuando todo terminó casi me perdiera por completo.

  11. Everyday is like sunday. The Smiths

    La capacidad de S por la melancolía es enorme. Pero por la melancolía en domingos, es infinita. S tiene el don de habitar el vacío de los domingos como si fuera su casa de verano. El amor por el sunday blues y abrazar la tristeza de domingo por la tarde, en lugar de intentar huir de ella, es algo que aprendí de él.

  12. Step. Vampire Weekend.

    Esta canción no es para mí ni para él, sino para la Frankie. Nuestro  carro, que nos llevó a muchos lados y en el que fuimos muy felices y donde siempre por alguna razón, salía en la playlist random esta rolita tan linda.

  13.  The way you look tonight. Tony Benett.

    Era mi canción preferida. Y luego, cuando yo la ponía, S le subía al volumen. Se convirtió entonces en un refugio en el que los dos guardábamos silencio siempre.

  14. Good friends are hard to find. Ed Harcourt.
    Pensé en muchas canciones para cerrar esta playlist. Muchas. Pero creo que me quedo con esta. Al irse S ( y al irse así como se fue) se desbarataron muchas cosas. Era mi hogar. Mi familia. Mi amor y mi mejor amigo. Y por mucho tiempo esto último es lo que más lloré. Ahora me doy cuenta que S también me perdió a mí y nuestraa complicidad y amor. Y eso es una lástima, en serio, porque había amor bonito ahí para acomodar en otra parte y además, porque lo que dice la canción es cierto: los buenos amigos son difíciles de encontrar.

( Versión B del cierre de playlist: Mid Air. Paul Buchanan)

La playlist la dejo aquí, porque todas las canciones son muy lindas y la historia que contaron juntas también lo fue.

Un rastro de sangre en la nieve desde Madrid hasta París

O como reinterpretar lo que más quieres es otra manera de descrubir cosas que desconocías de ti.

Aprendí de la mejor, en eso de pasar por mi filtro todo aquello que, desde que lo ví, leí, olí, probé, padecí no me ha dejado en paz. Que se ha pegado a mí como si fuera un enorme imán y que forma parte ya de mi universo. Atraversarlo por el filtro, re-cordarlo, “pasarlo por mi vena” es la mejor manera que encuentro de hacerle a esas cosas homenaje sí, pero tambien la más infalible forma de sacudirme los fantasmas (que regresarán como mosquitos a la luz, pero tardarán un rato).

En un afán de mantenerme en el día a día, no escribiré si vendrán más de este tipo o para cuando (pero cruzo dedos que pronto y que sí). Sólo estoy muy feliz de haber terminado  por fin esta vez, esta historia. Pensada como si fuera un loop (la maravilla narrativa que trae en su naturaleza el gif), esta es mi vista de una de las historias más tristes  jamás contadas. Recuerdo haberla leído y sentir por primera vez esa sensación de inmovilidad por no entender si lo que acababa de leer me hacía feliz o triste (qué bonita esa frase: “me hace triste”), una combinación por  presenciar algo tan bien escrito en una historia que me hacía sentir desconsolada.

Gabriel García Marquéz es como mi tío abuelo de las letras, y digo tío porque siempre son ellos los más divertidos, los que te tocan de chiripa en la familia y que no se supone deben enseñarte nada, pero en realidad te enseñan todo sólo con existir.  Lo defiendo siempre que puedo, porque hay una mala interpretación de que ser famoso indica ser malo o mediocre y tal vez a veces sí, pero en este caso nunca.

Aquí va una carta de amor a este cuento y al nombre de mujer más lindo que existe.

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Aquí y allá

Llevo días escribiendo un rambling bien largo para este sitio, que es como esa montaña a la que vas (cuando eres Heidi o un oso, sino sólo en la imaginación) a gritar todo lo que tienes ganas de gritar un día atorada en el tráfico a punto de protagonizar el re-make de “Un día de furia” (aunque yo más bien vengo a llorar o a bailar, pero el punto es el mismo). En fin, que ya pronto. En el inter, dejo el tumblr donde ordeno mis ilustraciones y tiene más cara de portafolio, por si se asomaron por acá a ver SOLO mis textos o dibujos y se encontrarón con tantas letras.

http://holacapicua.tumblr.com/

Y por supuesto, un dibujo:

esmeralda

(Or why are moms compelled to bronze your baby shoes)

Hace unos días fue el año nuevo chino. Ya es febrero. Ya voy a cumplir de nuevo años y no he despedido al 2015, ni bienvenido al 2016 por aquí. No que vaya a pasar nada si no lo hago. O quién sabe. Tengo pocas tradiciones. Y esta es una de ellas.

Unas semanas atrás había escrito la entrada de este blog de una manera muy distinta. Llevaba más de dos hojas escribiendo lo díficil que había sido el 2015 y lo que había aprendido de él. Deteniéndome en detalles que me lastima(n)ban, para tirar luego un cliché tremendo de lo más fuerte y sabia que había salido de ahí. Lo cual es verdad, porque bueno, los clichés son clichés por algo, aunque también es completamente inútil (cualquier post en realidad lo es, tal vez. Pero esté lo era más) porque recordarlo así, no sirve de nada. Pero regresé a ese borrador hasta hoy, y me pareció muy ajeno a pesar de haber sido escrito hace apenas unos días. La cuestión es que, de pronto me di cuenta que anclarse sobre lo que ya pasó,  no tiene demasiada razón de ser. Y más aún cuando puedes caer en un regodeo total e involuntario de lo mal que la pasaste y como casi que por milagro te arrastraste hasta llegar al 2016. Anduve con esa bandera las primeras semanas y no me sirvió para nada. Entendí que lo aprendido, aprendido está. Ya está. Le hace uno su espacio en el estante, deja ahí el tarrito lleno de  todo lo que pasó, se acomoda uno el cabello y sale a vivir. Así sin más.

Y sólo porque a veces el drama y la nostalgia son mi color favorito, cierro los ojos y luego escribo por aquí: gracias. Todas las gracias del mundo para el 2015 que casi me mata, me hace pedacitos, me deja sola y amargada. Casi, pero no lo hizo.  Por el contrario, estoy a exactamente un año de que todo empezara, aprendiendo a reírme de esto. Así que la cosa no está tan mal. Algo sí quiero recordar, en esta gaveta de recortes y espejos, tanto como me sea posible: el amor tremendo de esas personas que cuento apenas en pares, mis amores de la vida. Fueron mi lugar seguro, al que regresé incluso cuando ellos lo desconocían, una y otra vez, para atravesar este 2015. Me quedo con  varias cosas hermosas de este año y  sin lugar a dudas, ellos son la más importante. El valor de que alguien llegara hasta a mí, a pesar de todo lo que estaba ocurriendo en su propio mundo, asomara la cabeza desde su tempestad  y me preguntara ¿cómo estás? es algo que atesoraré por siempre y que dejé de dar por hecho el año pasado. Ya lo sospechaba, pero ahora lo sé, que la  empatía tiene que salvar al mundo de alguna forma. Al menos salvó (y seguirá salvando) el mío, mientras yo respire.

Y ya estamos a 2016, sin haberme presentado oficialmente con él hasta hoy. Había pensado que no iba a decir nada,  ni  emocionarme por lo que sea que tiene guardadito para mí, porque los años pasados que recibí con bombo y platillo, soltaron sus primeros golpes apenas se sintieron en casa. Pero ahora pienso que  al contrario, que este año también. Que me emociono y lo espero nerviosa y mirándome de reojo en el espejo. Que los años anteriores fueron tremendos años y que tengo mis esperanzas también puestas en este. Toda mi alegría, también. Que sólo necesito un poco de buena fortuna y llegar al otro lado. Y que no quiero nada más que ir conociendo y llevando este año como venga. Porque al final (y con esto resumo lo que aprendí de 2015), la verdad es que uno nunca sabe nada de nada y está aquí inventando y haciendo lo mejor posible con lo que puede y tiene. Así que, oficialmente: mucho gusto, 2016, va a ser tan bonito conocernos.

Como este es un cajoncito para el 2015, pongo aquí lo que quiero recordar de él, porque no han pasado ni dos meses de que acabara y mi memoria ya está olvidando todo.

Lista de cosas que hice por primera vez (2015):

  1. Aprendí una canción en ukulele
  2. Nadé desnuda  (y también hice carreritas de clavados, así en pelotas)
  3. Tuve el peor corte de cabello de toda mi vida (y sobreviví dignamente a él)
  4. Bailé y lloré y renací en un concierto de Blur (y canté a gritos por tercera vez en mi vida en un concierto de Flaming Lips)
  5. Descubrí la constelación de Andrómeda
  6. Me tiré de “bomba” en un cenote y un pecesito me mordió el brazo
  7. Conocí la nieve
  8. No hice ningún amigo nuevo, pero mantuve y quise mucho más a los viejos
  9. Descubrí un lugar secreto, con mis personas favoritas
  10.  Me maravillé con la fragilidad del cuerpo humano y con su capacidad de aferrarse a la vida
  11. Conocí el desamparo de una sala de espera, la incertidumbre de  despedirme de alguien a quien no sabía si volvería a ver de nuevo y esa felicidad tan llenita de alivio, cuando la volví a ver
  12. Aprendí a dejar ir (con entierro figurado, papelito echado al aire y quemado y todo)
  13.  Perdí, para luego encontrar,  a mi mejor amigo

Con toda la tormenta, moverme me fue más difícil (y más necesario) que nunca. Por lo mismo, atesoro de manera especial estos tres eventos, de los que me siento bien orgullosa y agradecida de haber participado:

a) Tener un cuento  en una antología curada por  alguien tan apreciado por mí, como lo es Alberto Chimal

b) Haber colaborado con la hiper talentosa Evelyn Alarcón (a la que admiro y adoro) que me dió la oportunidad de contar  su maravilloso universo desde mis letras

c) Ser parte de la edición 2015, de la Feria de Ilustración Contemporánea “Gran Salón”

Y creo, por último, que fue uno de los años que escuché más música y más leí. Sobre los libros, dibujaré más y con suerte, contaré un poco más adelante. Sobre la música, la que me salvó y me tomó hecha pedazos y luego me intentó restaurar como pudo, todo fue a partir de un bonchecito de canciones, a las que todavía regreso en estos días. Están las  que dediqué en noches de desvelo e incertidumbre a mis personas más queridas. Y está la que se convirtió en mi himno para no volverme una douchebag  y poder reírme un poco de mi vida durante el año pasado:

Y  ya de último, por tantas cosas, esto:

para mí uno de los mejores artistas y videos de hace un rato y que restaura un poco en mí la fe en los  videos musicales.

De como aprendí a bailar con mis miedos en un Gran Salón

valeriagascongransalon

Estoy emocionada porque participaré en la Feria de Ilustración Gran Salón *  en su segunda edición. Estoy muy agradecida por la invitación. Trabajé mucho para esas piezas y me hace feliz que alguien más además de mi basset hound, mi perra anciana y S (que es el más fiel fan pero por lo mismo no puedo confiarme (aunque por eso lo adoro)) pueda ver algo creado por mí  sin photoshop ni explicaciones previas que puedan lograr llenar los huecos que mis trazos no lograron.

Dudé un rato para escribir esto, entre un huracán de cosas que sólo hicieron como una cortina de arena y niebla en medio de donde yo me encontraba y a donde tenía que llegar en los días pasados, apenas siento que todo vuelve a foco durante hoy por la mañana. Sé que muchos de mis compañeros de expo son ya veteranos en esto, pero yo estoy virgencita y me voy estrenando. Y mi mood baila entre emocionarme como niña y mantenerme cool y tranquila como si no fuera gran cosa,   the truth is… que me di cuenta que detrás de todo  estaba el miedo. A reconocer que ya ando más metida en esto de lo que pensaba y a entender que aún falta un largo larguísimo camino. A las explicaciones que me ha tocado dar (y que apenas ayer me di cuenta no debía darlas si no quería) sobre que no, no es que “ahora sea ilustradora y deje de escribir”, sino que los dos son para mí como dos pisos distintos en un mismo edificio (esa metáfora tiene sentido para mí pero al parecer para nadie más). En fin, que de todo lo que se ha tratado mi año ha sido de brincar miedos. La palabra “vencer” no me suena, porque en realidad no he peleado contra ellos, sino que los distraigo mientras sigo haciendo lo mío y en los highlightsde nuestra historia, hemos tomado un mezcal o visto “how I met your mother” juntos (a todos mis miedos y a mí el que mejor nos cae es Marshall y a partir de eso pudimos encontrar algo en común entre nosotros). Pero bueno, que mientras mis miedos juegan con Capicúa un momento, escribo este post, para no dejar pasar esto, que ha sido un evento bien bonito en un 2015 lleno de puro reality checks. Que me niego a dejarlo pasar así como si nada, y aunque mi primer reflejo es hacerme chiquita y dejar pasar los comentarios y menciones IRL o Social Media, hoy asomo la cabeza y hasta logró levantar la mano si me mencionan. Un gran avance para mí si me dejan opinar. Y están además las porras de las personas que han visto pulular mis ilustraciones por ahí y las personas que confiaron en mí, que al final de todo se llevan el día y casi que sólo por eso vale la pena todo.

La razón por la que me emociona tanto, es que Gran Salón es un gran gran proyecto, que poco a poco se convierte en referencia y que está haciendo algo muy lindo por los ilustradores en México: comunidad. Si logramos entender que entre todos llegamos mucho más lejos y que una red es justo para no dejarnos caer entre nosotros, las cosas pueden ser tremendas en el campo de la Ilustración (e incluso en cualquier campo creativo que comprenda la fuerza en crudo que tiene hacer comunidad) en mi país. Y eso me emociona mucho, así sin miedo a parecer demasiado dorky o no ser lo suficiente cool.

* Al cual me referí un par de veces como Salón Corona, sólo porque mi cerebro hace conexiones estúpidas y por lo que quedé como una alcohólica irremediable frente a personas que al parecer eran un tanto importantes.